Acerca de El libro de los abedules (guía para el lector)
Hay lectores de El libro de los abedules que dicen que se trata de un conjunto de relatos cortos inspirados en Dostoievski. O que son unas memorias políticas. Algunos incluso dicen que se trata de prosa poética. Quizás este sea el precio que hay que pagar por escribir una novela (el género por excelencia del realismo: cuéntame lo que hay ahí fuera para que pueda reconocerme a mí mismo) alejada de las convenciones del realismo. Por eso decidí escribir este tipo de guía de lectura.
PRIMERA PARTE
Anunciaciones o la amistad entre mujeres
La desaparición del icono de la Virgen de Vladimir y de la estatua de Nadezhda Krupskaya es la primera anunciación: prepárate porque no sabes quiénes eran estas dos mujeres tan relevantes y por eso te extrañas, te parece un artificio literario más o menos ingenioso. Para empezar te diré que la Virgen de Vladimir no es cualquier madre. Y te diré que Nadezhda Krupskaya es la sombra de la revolución. Cuando digo que no es cualquier madre, digo que es intercesora entre el mundo de los muertos y el de los vivos, que es como decir dadora de la vida y de la muerte - de la que su único hijo es un símbolo-, que es como decir la madre tierra. Pero, como a cualquier mujer, le fue dicho: no te lo creas, hazme caso a mí, que soy el dueño del relato. Por eso estaba confusa, aunque no empezó a saber por qué hasta hablar con Nadezhda Krupskaya.
Nadezhda Krupskaya se siente sola. Ya lo estaba en vida, durante su matrimonio y en el poder. No fue amada ni la revolución se planteó responder a sus cuitas más íntimas, aunque fue fiel a la causa como la sombra al cuerpo. Por eso ahora se oye decir a sí misma palabras en las que no se reconoce, como un delirio devorador. Esas palabras son la segunda anunciación: déjate de historias, tú eres la madre tierra y yo soy tú, así que me quedo con el velo. Las cuitas de Nadezhda abren la mente de la Virgen de Vladimir, que concibe la revolución -no la de la toma del poder, sino la que permite hacer la revolución-, y sus relatos maravillosos obran en Nadezhda idéntico prodigio: no desesperes, otro mundo es posible. La Virgen de Vladimir, ya sin tutelas, destruye el relato imaginario del que era prisionera, que suele estar pintado en los muros de los templos. Es cuando se produce la tercera anunciación: la Virgen de Vladimir o madre tierra intuye el peligro de conocer el camino de salvación y querer seguirlo y advierte a Nadezhda de que se vaya.
Esto es lo que explica la desaparición del icono de la Virgen de Vladimir y de la estatua de Nadezhda Krupskaya que, como buenas amigas, han oficiado la anunciación la una con la otra. El viento es la imagen del revuelo que levanta la mera sospecha de que las mujeres despierten a otra forma de vivir y hacer las cosas.
En palabras de Nadezhda Konstatinovna, insospechada fugitiva
Nadezhda sigue el consejo de la Virgen de Vladimir y huye. Pertrechada de las anunciaciones, observa el cielo, que ella conoció de otra manera. Observa la ciudad desde el mirador de la Colina de los Gorriones, igual que Napoleón. Nada es igual. Y vaga sin saber a dónde. Siente un especie de vértigo. ¿A dónde ir, después de haber tomado el cielo por asalto? Se estremece al pasar por el edificio de la Lubianka, sede de la represión.
El banco más famoso de los Jardines Alexandrovski
¿Por qué es famoso ese banco? No llega a saberse por ahora. Solo se dice: “algo se movió entre los arbustos”. Allí fue a sentarse Nadezhda, cerca de la Plaza Roja. Se conoce que buscaba territorio conocido, pues ella misma está enterrada al pie de la muralla del Kremlin. Lo que ve desde el banco es lo que desfila por su cabeza: el patriarca Hermógenes del Tiempo de los Problemas, Smutnoye Vremia, que precedió a la instauración de la dinastía de los Romanov; el malvado enano Chernomor, raptor de Ludmila en el texto de Pushkin y camuflado en el nuevo centro comercial de la plaza Ojotni, antigua plaza del mercado de la carne, abierta en tiempos de Stalin y otra vez dedicada al comercio; el mariscal Zhukov: que defendió Moscú y rindió Berlín. La inquina entre Hermógenes y Zhukov por los siglos de los siglos.
¿Por qué Pushkin es el primer escritor aludido en esta historia? Por ser el creador de la lengua literaria rusa.
Otras dos mujeres se acercan al famoso banco. Natasha, de la novela de Tolstoi Guerra y paz, y Marina Tsvietayeva, poeta de su propio Pushkin, una de las grandes escritoras del feroz siglo XX. Significativamente, se suicidó. El mismo año que Virginia Woolf. Las historias de Nadezhda, Natasha y Marina nos dicen de la soledad de las mujeres desde distintas experiencias. Incluso Nadezhda, la compañera de Lenin, comparada con Sonia Marmeladov, que acompaña a Raskolnikov a Siberia en Crimen y castigo de Dostoievski. Más adelante se hablará de las doce mujeres de esta novela y el propio autor reconocerá que su anhelo de metamorfosis es más que comprensible.
Las tres mujeres, a instancias de Nadezhda, huyen porque allí no pueden estar seguras. Empieza a ser evidente por qué.
Té con galletas para cuatro
Margarita Nikolayevna, la protagonista de El maestro y Margarita de Mijail Bulgakov, ve y oye al trío de recién amigas desde la ventana de su casa. Tsvietaieva está confrontando a las otras dos con Pushkin: a una le dice que le habría hecho el amor al oído y a la otra que le habría hecho el amor con la mirada. La lengua rusa habría salido ganando, añade. Es cuando Margarita las reconoce, baja a la calle, las invita a su casa y les dice:
“Aquí estaréis a salvo. De quienes os imaginaron. De quienes os rodearon. De quienes os prefieren muertas.”
¿A salvo de quién? A salvo de los fantasmas de Tolstoi. A salvo de los delirios de Stalin. A salvo de la indiferencia de Lenin. Ahí es nada. Luego iremos al baile, termina Margarita. ¿Por qué al baile?
Andante con motto
¿Qué habrá echado Margarita al té, que todas duermen mientras ella se confiesa? Explica Margarita que ha tenido más suerte que las otras tres, su entrevista en el banco más famoso del jardín Alexandrovski con el demonio que no se había atrevido a presentarse a las otras tres, su pacto con él para salvar al maestro ¿será Margarita una intercesora al modo de la Virgen de Vladimir? Reconoce que ahora, con un demonio multitudinario sin residencia fija ni rostro conocido, sería más difícil. Nadezhda evoca a su marido, de quien lamenta no haberse despedido ahora que está huyendo, una huida bien diferente de otras. Natasha duerme después de que Margarita le peine y cepille el pelo y Margarita la lleva a la cama y se acuesta a su lado. Al despertar, Marina juega con el chal de Nadezhda, donde imagina una ciudad.
Duermen tranquilas.
Largo maestoso
Quizá sea ese el pasaje más oscuro: ¿qué quieren decir el soliloquio de Natasha Rostova, la réplica de Marina Tsvietaieva y la confesión de Nadezhda Konstantínovna? En cualquier caso, quedan truncados por la irrupción de la Virgen de Vladimir en su papel de intercesora. ¿Se ha echado atrás de su consejo de que huyan? ¿De qué consuelo habla? ¿Es la huida que propone Tsvietaieva la misma que había propuesto la Virgen de Vladimir? ¿A dónde les está llevando la lucidez a estas mujeres?
Sigue el debate sobre el Libro de Job, rico en animales y esclavos. Entre Dios y Satán, el rebelde perdonado, el de los mil rostros. Margarita Nikolayevna, que ha podido saber, revela el pensamiento de Dios: “La memoria de Dios es prodigiosa: el mundo es un lugar peligroso para vivir, incluso para Satán. ¿Y si sus paseos por la tierra, siempre como oponente, le produjeran una fatiga insuperable? ¿Y si Satán acabara por apaciguarse y pedir el indulto que corresponde al hijo pródigo? ¿Qué haría él? La absoluta vulneración de las leyes de la física. ¿Qué haría él? ¿Crear otro de los mundos? ¿Un mundo sin dudas, sin posibilidades, sin disyuntivas, abortado? ¿Qué iba a ser de las cifras y los números con tanto uno?” La misma Margarita que pone en boca de Job: “¿cómo voy a exponer mi causa al causante de mi causa no habiendo yo causado nada? Desconcertado por la magnitud de la tragedia que soporta.”
Si crees que este coloquio de las mujeres no viene a cuento de su voluntad de fuga, piénsatelo dos veces antes de seguir adelante.
Allegro molto vivace
Molto vivace es que las cuatro mujeres no tienen tiempo que perder. Tras la meditación coral, la confianza es su mejor prenda erótica. Natasha cubre su cuerpo desnudo con el velo que se le había caído a la Virgen de Vladimir cuando Nadezhda le besó los labios. Brota el deseo y Marina, Margarita y Nadezhda se suman a la celebración del gozo inconsolable de Natasha. Pero, como te he dicho, no tienen tiempo que perder. Cuando llaman a la puerta ya saben quién viene a aguarles la fiesta y echan mano de todos sus recursos ante enemigo tan formidable. Se impone la huida. El velo se vuelve lago, palacio la manzana y el peine bosque de tal manera que, haciéndose invisibles, recorren el arco de luz tendido por Margarita, que recoge a su criada y a la conductora del tranvía que mató a Berlioz y van por la Tverskaya y la carretera de Leningrado a la estación fluvial, donde, siguiendo el ritual mágico, ya aguardan otras pasajeras sentadas sobre sus maletas.
¿A dónde ha ido la Virgen de Vladimir?
La prínsipe chiquito
Estamos en Moscú a 9 de marzo de 1953. Es el día del funeral de Stalin, cuyo cuerpo embalsamado va a ser enterrado junto al de Lenin en el mausoleo de la Plaza Roja. Tres mujeres en la tribuna encima del mausoleo. Dolores Ibárruri, Alexandra Kolontai y Clara Zetkin. Tres mujeres en un coro de hombres. Dolores más allá del mito, Dolores de quien se dice madre incesante, voz de siembra ¿madre tierra?. Dolores que ha recibido carta de Alexandra y no sabe qué hacerse. Siendo ella roble en vigilia, es la primera mujer en todo ese libro que dice haber soñado un bosque en alianza con dedos de arboleda lenta. Por eso Dolores voz de siembra.
Concluido el funeral, detienen a las tres mujeres, sospechosas de cuerpos libres. En el trayecto a la Lubianka, que ya conocemos por Nadezhda, hilaron el lino de los siete dolores. Ese hilo, como el arco de Margarita, les facilita la huida.
La comitiva de Peter
El capítulo más largo del libro. Ya sabemos lo que ha pasado en Moscú y conocemos a las mujeres que se han dado a la fuga. Pero ¿qué está pasando en San Petersburgo, Peter para los locales? Según cuenta Aglaya Ivanovna, un nutrido grupo de mujeres va a al cementerio de Tijvin, donde están enterrados Dostoyevski y Chaikovski, y desde allí los graznidos de las gaviotas las llevan en volandas hasta una embarcación anclada en el río Neva, “tan cargadas iban de nombres propios deseosas de echarlos por la borda”. Igual que en Moscú. Lo que caracteriza a este grupo es un vago deseo de metamorfosis que irá tomando cuerpo a lo largo de la navegación por el río. En su mayoría son mujeres que figuran en novelas de Dostoyevski. Aglaya Ivanovna es quien dice adiós a la ciudad y se hace descubridora. Descubre el fondo del río y la corriente, sueña con la nación escondida, hace el denuesto de la misoginia en el episodio del hombre de gris y proclama que están todas dispuestas a creer en todo menos en el combate ente Perún, el dios pagano del fuego, y Elías, el profeta cristiano del fuego que tomó su puesto. Nastasia Filippovna alienta la huida de las mujeres representadas en el museo del Hermitage. Catalina, la emperatriz, se queda sola. Una constante de las personas con poder a lo largo del libro. Adelaida Ivanovna se mueve entre el lamento de quien no ha podido ser sujeto de nada y la visita de las tres rusalkas (hadas en ruso), que instruyen a todas las clases de mujeres que han ido acabando en la fosa común. Alientan su huida: suben también a bordo, ahora son hermanas. Llega la aparición crucial de Baba Yaga y su convocatoria a todas las ensoñadas del bosque que el río atraviesa, “hijas mías hermanas de vuestra madre invicta”. Sigue la barca de las campesinas y sus diecisiete ataúdes de niñas y niños, Maria Fetisovna y los tres calendarios que deshacen la vida de las mujeres: el de la iglesia, el de los campos, el de sus propios cuerpos. Aliona Ivanovna, siempre denostada, figura aquí por sus vínculos con el lago y el cielo. Liza estalla ante la soledad que le pesa con Raskolnikov. Igual que Marfa Ignatievna abomina de su condición de sierva. Sofia Ivanovna camino del Ártico, ruta de la que no se habla. Y Lizaveta, antes madre violada del brazo ejecutor de la venganza, hace ahora alarde de su familiaridad con los árboles, comenzando por los “insomnes abedules sublevados”. Ana Ajmátova hace el recuento de todo aquello que justifica sumarse al barco de las mujeres. Y, sin llegar a formar parte todavía del pasaje innumerable, Ana Karenina nos cuenta el Libro de Rut, tan distinto de Job, y cómo eso le supuso el rechazo de la comunidad. “Después del suicidio, Ana Karenina había preferido ser una osa y vivía en el bosque, amiga de su nuevo pelaje y de su instinto, que ya no le engañaba, llena de sabiduría. Tras haber sido esposa, amante y madre le dolía todo. Por eso dormía tanto, para llevar sus cuitas a la noche y perderlas. El letargo se le hacía más llevadero que adentrarse en alguna eternidad cruel de aurora inmóvil. En esto había llegado a ser una osa competente y su fama trascendió y comenzaron a acudir a ella otras mujeres hartas de ahuyentar demonios y apaciguar el corazón de los hombres”. Ana Karenina, la osa primordial, madre tierra que tendió el puente de graznidos de gaviotas por el que las mujeres pudieron subir a bordo y zarpar. Volverá.
TRES
La boca de metro de Mayakovskaya es el punto de la ciudad donde confluyen fugitivas de tres en tres. Las tres Ignatievna, con vocación común de sanadoras, interrumpidas por historias de maridos. La jorobada de Ostankino, la hechicera soldado Kubarija y la profeta Julieta; las tres fuera de la rutina patriarcal. Larissa, Antonia y Marina, que contó Pasternak. ¿Por qué doctor Zhivago y no Larissa Fiodorovna? Porque soy el dueño del discurso y me llamo Vitkor, Pavel y Yuri, que lo sepas. Las damas de la guerra: Nina, Olga, Estanislava. Las penitentes exhaustas, damas de los campos: María, Anna y otra María. Y las distópicas I-330, 0-90 y U. Incluso Masha, perseguida por el lobo malo de los fantasmas de la historia. Todas suben a bordo.
LA INTRUSA
¿Intrusa solo porque viene de Chejov? ¿Porque Ana Akimovna había recibido tarde el mensaje? Mira esto: cuando sube a bordo advierte que el barco lo empujan brazos invisibles de tantas ahogadas.
NADEZHDA PIERDE EL CHAL
Aquí se desvanece prodigiosamente el velo de la Virgen de Vladimir. No por casualidad. Lo último que sabemos de ella es que había bajado o iba a hacerlo a los infiernos, donde hacía falta consuelo. Ahora su velo se escapa, vuela y se extiende hasta abarcar el cielo y deja flotando las preguntas.
Así acaba la primera parte.
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INTERLUDIO INTERNACIONALISTA
Consta de cuatro relatos protagonizados por mujeres. Tina Modotti en algún remolino de México, Arminda Balteira en Moscú y Luanda y la mujer que leía a Baruc Espinosa en pleno Sahara. Hubo un tiempo en que Moscú también fue eso. Los cuatro relatos se incluyen a modo de contrapunto o meditación sobre lo que ahora denominamos empoderamiento. Ninguna de ellas huye. Todas buscan.
A continuación se abre la segunda parte de El Libro de los Abedules.
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SEGUNDA PARTE
ENCUENTRO EN YAROSLAVL
Cuando el barco cargado de mujeres de San Petersburgo llega a Yaroslavl y desembarcan todas, las atacan. Una joven musulmana las esconde a todo correr en la catedral de la Dormición, de manera que la Virgen de Vladimir, como ya sabemos, no está en condiciones de interceder. Se escucha un lamento inaudible, procedente quizá del lejano jardín de los cerezos donde nació ese libro hace cosa de seis décadas, ya lo verás a su debido tiempo, apenas se oye a la osa primordial derrotada por el hacha de las divinidades solares, apenas se oye a la madre de Yuri Zhivago decir hijo, cómo has podido, apenas se oye a la primavera absorta en las danzas de la tierra por obra y gracia de Stravinsky. Las mujeres corren peligro y la joven musulmana les indica la puerta de salida.
LAS CREDENCIALES DE AVDOTIA KURKOVA
Después de las premoniciones del pasador del pelo de Nadezhda y del presentimiento de Dolores Ibárruuri, de Maria Fetisovna y la ilimitada confianza, de Sofia Ivanovna que ya lo sabía, de Lizaveta Smerdiaschaya y sus abedules insomnes sublevados, del abedul generoso de Ana Ajmátova, de la corteza donde lee Ana Karenina, de Larissa y su hablar no humano, del abedul que se ríe del rey Midas, viene Avdotia Kurkova con sus revelaciones acerca de los abedules, que por poco le cuestan la vida. Soñó un barco del que fuera capitana. Y se salvó. A bordo.
FIODOR MIJAILOVICH OS DIRÁ SIN RODEOS
Es un homenaje a las rusalkas, que ya sabemos lo que son, del país del Santo Grial. De Fiodor Dostoyevski sabedor de que “la otra noche las hermanas del país de la viuda de Bath, lady Macbeth, Jane Eyre, Orlando y Martha Quest, a quienes por mi edad no puedo conocer y, con todo y con eso, sí conozco, decidieron encerrar entre las páginas de un solo libro a más de doscientas treinta y tantas damas afligidas”, “damas pacientes desde el vientre de su madre hasta la libertad de los pájaros cautivos”. Un poco como decir, encontrarán su propio barco y las llevará en una dirección diametralmente opuesta a tanto Imperio.
MIENTRAS DURA LA LLAMA
Aquí empieza la metamorfosis. En palabras de Aglaya Ivanovna, siempre rompedora:
“¿Qué va a pasar aquí?
¿Qué vibra en estos como alfabetos fuera de todo el lenguaje que conozco?
Digo alfabetos, sí, porque, verás, abro las manos repletas de semillas, hundo mis pies cansados en el tesoro de la tierra, oigo en el cauce del río las hebras del llanto de mis hijas.”
Un tocón centenario se ofrece a enseñarles a hablar como las hojas.
CUÉNTANOSLO, ANA KARENINA
Vuelve Ana Karenina, la osa primordial. El cambio avanza. Se nota en el lenguaje. Habla con el lago. Habla con Baba Yaga, que le llama osa advenediza. Tampoco Baba Yaga es la misma. Según Ana Karenina:
“He vuelto a verla a veces loba a veces cierva a veces gata. Se presenta en cuanto me oye rugirle al agua y se ríe. Cuando se ríe cambia de pelaje cambia también el color de sus ojos el ácido perfume detrás de las orejas. Después desaparece veloz arañándose el vientre en la carrera sin que yo la vea marchar. Me hace sentir humana forastera.”
Baba Yaga ve a Ana habar con el lago y eso le impone respeto:
“Me gusta verla de lejos, por no molestarla, mientras pienso en cómo será despertarse en un mundo donde las humanas son osas y no conocen la palabra. Es el silencio lo que me evoca esta imagen, un silencio lento y rosa, colmado de matices que todavía puedo oír. No va ser fácil, Anna Karénina.”
EL CORRO
Es el episodio de las siete jaulas que ven las mujeres. Otra vez ecos de Pushkin en la segunda, ya lo advirtió al principio Marina Tsvietaieva. En la quinta Lenin en pleno examen de conciencia sobre los campesinos por haberse fiado más de Tolstoi que de Gogol en cuestión de almas. Y la enigmática séptima jaula ¿quién la ocupa? A veces pienso que puede ser un recuerdo del futuro.
Nadezhda quiere liberar a su marido, a quien le está vedado subir a bordo del barco. Él lo entiende, deja de escribir y dirige esta súplica a Baba Yaga:
“Oh, Baba Yaga, tú que puedes, dales el gran horizonte de esta tierra, le oyeron decir con otra clase de palabras antes de desaparecer ellas tras la curva del río.”
LA VIDA, A BORDO
Se acelera la transformación de Marina Tsvietaieva, la hechicera soldado Kubarija,Margarita Nikolayevna, Lizaveta Smerdiaschaya, Larissa, Anna Ajmátova, Inna Galkina, Clara Zetkin, Anna Akimovna… innumerables
EL LENGUAJE DEL RAYO
La desbandada del lenguaje. Difícil si no lo lees. Como el esperado cruce entre la Virgen de Vladimir y Baba Yaga.
Cazado al vuelo: “Oh hermanas no desmayéis. Por todas partes hablan ya de nosotras como aguafiestas, nos obligan a justificar nuestra protesta como si fuera un crimen. Nosotras comprendemos ya casipalabras nopalabras. Lo vivo lo preñado lo posible. Lo que podría.
En los años en que todo estaba por hacer dimos por sentada la cuestión del sujeto, vedada desde tiempo inmemorial. Solo una especie, solo un género, solo una clase, solo un partido, solo un jefe. No nació nada.
Ahora mismo ya se ha corrido la voz de nuestro viaje y ya se lanzan sobre nosotras condenando el igualitarismo.
Nuestra fuerza está llegando al punto preciso de la luz del rayo, nuestra velocidad de escape.”
NOTTURNO AGITATO
Ya abedules y…
“No sé amar como abedul”
“Dostoyevski decía que el amor es el derecho libremente reconocido por el objeto amado a que lo tiranicen
Tsvietaieva dijo que para que dos sean uno para no ser y disolverse en el ser amado para eso hace falta que el amado sea
Dónde está la diferencia
Convertida en república de los deseos
No me conformo con ser la madre tierra
También la madre de los sueños
Escúchame
Me siento una sombra
Escúchame te digo
Me pregunto a menudo si es que puedo vivir fuera de ti”
APOTEOSIS
Otra vez en metro Turguenievskaya.
“Lo maravilloso de la ciudad es que todas las líneas de metro llevan a algún paraíso. Que toda la vida sucede en un trayecto. Que el pulso de las paradas y arrancadas en las estaciones a intervalos más o menos regulares atraviesa la luz del infierno, la libertad perdida, la sospecha del infinito que huye y huye en medio del lacerante acoso, las miradas adormecidas y los olores mezclados de túneles y cuerpos, el aire envenenado y las palabras perdidas.”
Si lees lo que sigue, sabrás.