La buena nueva anunciada a la naturaleza

Traducción de Mario Grande de las páginas 45-47 de Onde Vais Drama-Poesia? (Relógio d’Água, Lisboa, 2000). Ybernia publicará este año dos traducciones de libros de Maria Gabriela Llansol.

“La buena nueva anunciada a la naturaleza” es el escándalo que mi época no acepta. El Ser existe como belleza, pero nosotros lo perdemos y recorremos toda una órbita excéntrica para volverlo a encontrar. La Buena Nueva se dirige a la Tierra en su todo: no solo porque en esta se habían desarrollado entidades irreductibles sino también porque en su todo en lo que está amenazada.

Ha dejado de formase a partir de la Belleza.

La idea de que todo lo que no es humano tiene, tal como lo humano, necesidad de redención es vital para nuestra continuidad aquí o en otro lugar.

En el momento de la posesión, en el poema del 11 de junio (poema que nunca fue encontrado) todo participa en las diversas partes: la boca, la copa frondosa, el hongo, el acantilado, el mar, la hierba rastrera, la leve brisa, los cuerpo de los amantes. Los tres sexos que animan la danza de lo vivo: la mujer, el hombre, el paisaje.

Esta es la novedad: el paisaje es el tercer sexo.

El paisaje no tiene un sexo simple. Ni el hombre, ni la mujer. Hay, con todo, algunos hechos que aquí indico:

En el paisaje o en la geografía inmaterial de la especie terrestre los seres humanos se distribuyen en vagabundos, formadores, constructores y poetas.  

Los vagabundos vagan en busca de un nuevo paisaje. Son desde siempre exteriores a la comunidad.  Los constructores son los elementos estabilizadores que unen toda la geografía inmaterial a la vida cotidiana. Los formadores sienten esa geografía porque su órgano es el corazón. Los poetas ven y anuncian la geografía inmaterial por venir.

Los constructores y los formadores son peregrinos.

Los poetas también lo son, en cierto modo. Hay una gran afinidad que los vincula a los vagabundos. Porque son los únicos que desean el retorno del ser como Bello.

Es vital conocer el paisaje.

Traducción al español de María Gabriela Llansol

Derechos: Eugene Golovesov, Pexels.com

La selva, el bosque, el mar………

Por un lado cada una de sus razas -la selva, el bosque, el mar, los animales, el acantilado, el jardín, la ladera, el valle, el desierto- induce una modalidad particular de relación. Por otro, es de ella y en ella donde se forman  y modifican las fuerzas que ora dividen ora unifican los sexos propiamente humanos. La Belleza y la Armonía no se producen de forma platónica ni nacen de la exclusiva voluntad de los hombres.

Siempre que avanza a su encuentro, bajo la forma de Belleza, lo que tiene de más verdadero, deberían acogerlo con gratitud porque necesitan el sexo del paisaje, fuente única de toda la Belleza.

Me parece claro que el centro del paisaje son las selvas y, en su forma más accesible, los bosques. En las selvas se reúnen y se forman la mayor parte de las fuerzas que en los humanos se irán a constituir en personalidades renovadas y enriquecidas. ¿No es en las selvas donde se crean las ilusiones y aspiraciones a lo nuevo? ¿No es n el paisaje donde el humano medita y contempla? ¿No es en su fuerza donde busca la fuerza para comprender?

La gente se imagina que esas fuerzas son las hadas y otras entidades. Los formadores y los constructores imaginan poder prescindir de ellas. Dejémosles imaginar. Incluso podemos usar las expresiones que unos y otros utilizan.

Pero no diremos, como la gente, que las hadas pueden ser buenas y malas.

Estas eran, en realidad, llamadas bacantes en la antigua Grecia y vivían en permanente compañía de los sátiros, en un colectivo natural, inconscientes de la fragilidad de la Armonía. Atacaban al flanco más débil del humano, los vagabundos, les insuflaban dispersión y éxtasis,

El delirio y la embriaguez de lo nuevo.

Sátiros y bacantes siempre habían deseado compartir su colectivo natural con el humano. Siempre habían deseado que se unieran los sexos humanos y el sexo del paisaje.

Siempre que eso ocurrió los vagabundos se habían vuelto poéticos y rebeldes. Siempre que eso ocurrió los formadores habían sido implacables con los vagabundos.

¿Y los poetas? Se asociaban íntimamente a la selva, a sus árboles y a sus entes fabulosos, a los que la gente llama elfos y gnomos, seres jubilosos e irónicos. Trataban de transformar la revuelta y el deseo de un comunidad humana más natural, nacido en el corazón de los vagabundos, en fuerzas de armonía, levedad y amplitud. Es eso la Poesía. Reconocer la fuente de la Belleza, su physis y su destino.  Se la ofrecían a los demás humanos.

Pero estos no solo ignoraban su combate en la selva igual que eran implacables con los vagabundos.

Traducción al español de María Gabriela Llansol

Derechos: Eugene Golovesov, Pexels.com

Una belleza

Así se entiende por qué es posible la existencia de la comunidad y por qué esta se asienta en una armonía, una belleza y una ponderación de la forma imperfectas e incompletas. Los formadores y los constructores no quieren una comunidad humana en simbiosis con el paisaje. Excluyen la voz del vagabundo. Desprecian a los poetas.

No obstante, son los poetas (y no las hadas buenas o malas o la pericia de los constructores y formadores), íntimamente relacionados con los árboles y demás habitantes de las selvas, quienes transmutan la ilusión y el delirio de los vagabundos, sus compañeros espirituales de errancia, en armonía.

La yedra, que siempre fue considerada el emblema de las bacantes, indica, cuando está adherida a un roble, un castaño o un pino,  el lugar donde esa transmutación físicamente se opera. Por ese motivo no se deben cortar las yedras que envuelven a a estos árboles.

El mar produce amplitud, pero por acción de las ninfas sobre los náufragos, que son otra forma de vagabundos. Nadie quiere, de hecho, naufragar.

Y yo os pregunto: ¿Hay alguien que por su libre voluntad quiera ser vagabundo? ¿Por qué se le exige un precio -y un pecio tan alto- por su errancia?  ¿Por qué son tan implacables con lo nuevo? ¿Por qué son tan opacos con el trabajo del poeta? ¿Por qué quieren someter la visión a la razón?

Inmensa es la generosidad de los poetas. Son ellos los únicos humanos que ven que la formación de la comunidad de los hombres pasa por procesos cíclicos que es necesario abrir y cerrar cuidadosamente. Usan una métrica y un tono elevado por respeto al dolor de los vagabundos. Combaten con lo invisible por misericordia con el destino de los hombres y del paisaje. “ 

Traducción del portugués Mario Grande

Leer más...

Lee otro artículo sobre esta increíble escritora, y el libro escrito por su traductor, Mario Grande.

¿Prefieres escuchar en lugar de leer? Tenemos un pódcast.

Traducción al español de María Gabriela Llansol

Derechos: Times Literary Supplement

Next
Next

Cuando la literatura duele: Animales enfermos de Rafael Novoa